jueves, 5 de septiembre de 2013

Nada ~

A lo largo de una vida, todos tienen días buenos en los que sonríe y aprecian los colores brillantes a su alrededor u otros malos, en los cuales sienten que es mejor quedarse dormidos en sus respectivas camas y dejar que simplemente pasen.

A grandes rasgos podríamos dividir los días en coloridos y grises. Pero existen otros, días típicos en los que uno no puede quejarse pero tampoco alegrarse, momentos que pasarán al olvido de nuestra vasta experiencia y son meramente rutinas. Dentro de este grupo existe una subcategoría, lo que yo llamo los "días nada".

Nada. Una palabra que abarca mucho y a la vez ni siquiera llega a describir algo. Por definición sería la ausencia o inexistencia de un objeto. Existen días en los que los sentimientos parecen abandonarme, no hay felicidad ni tampoco tristeza, no tengo preocupaciones, todo transcurre con tanta monotonía que pierde su color. Avanzo en modo automático, caminando entre la gente aún siendo totalmente ajena a ella, incapaz de poder pensar en algo que me desconcierte o me anime a seguir. 

Es extraño, parece como si estuviera dentro de una caja de cristal: puedo observar lo que hay a mi alrededor pero no sentirlo, estoy encerrada en cuatro paredes diminutas que aíslan toda emoción. 

No sé si será ser rara o qué, pero de vez en cuando tengo mis días nada. Me levanto ya sin sentir y hago mi rutina de forma robotizada, sin esperar algo con ansias, tan simple como un lienzo en blanco. Es irónico pero hasta el famoso Wilson parece más humano que yo con su falso rostro producto del aislamiento: su sonrisa es incluso más sincera que la mía durante esos días.

Y a veces, cuando el día termina y vuelvo a la vida, me imagino lo escalofriante que sería vivir así durante toda la eternidad. ¿Cómo podría vivir sin sentir? Ambos conceptos jamás podrían estar unidos. 

Debería decir que odio esos momentos. Probablemente si pudiera sentir lo haría, pero entonces ya dejarían de ser días nada y mi queja ya no tendría sentido.