martes, 10 de diciembre de 2013

Más allá de las palabras.

– Lo lamento, tuve unos inconvenientes y estoy retrasado. ¿Podrías esperarme?

Mi “sí” suena renuente y él sabe a la perfección que estoy molesta, ni siquiera me preocupo en despedirme y tampoco le doy el tiempo para que lo haga: rápidamente corto el teléfono con rudeza. La chica pelirroja sentada a mi lado me observa de soslayo tratando de ser disimulada y fallando miserablemente en el intento. Mis ojos se encuentran con los de ella, mi ceja arqueada y mis labios apretados firmemente en una línea recta son suficiente señal para que desvíe la vista con sus mejillas ardiendo. Pasan aproximadamente unos largos cinco minutos cuando finalmente ella decide marcharse dejándome sola en esta banca blanca.

El Amadeus Garden es el pulmón verde del complejo urbanístico donde vivo, una especie de Central Park más pequeño y mucho menos conocido. Esto no le quita belleza, frente a mí se extiende un magnífico paisaje de matices naranja, rojo y amarillo, los árboles se apilan uno al lado del otro formando un bello sendero decorado de hojas sueltas. Al final de éste se exhibe el lago, de un traslúcido verde cubierto por flores y hojas que el viento llevó allí, símil a las pinceladas de un artista. Puedo ver algunos botes a lo lejos, en general parejas que probablemente estén dirigiéndose miradas dulces y cálidas o algunos deportistas que simplemente entrenan.

Veo a la gente en el parque, la mayoría sabe qué hacer allí: algunos leen un libro, otos juegan, hay picnics, risas y sonrisas. Comienzo a sentirme mal, es como si todo frente a mí se exhibiera detrás de un vidrio y yo estuviera dentro de una caja de cristal, ajena al parque y a sus visitantes. Me molesta sentirme así y siendo sincera, también me da un poco de envidia ver a las personas allí, todas sabiendo qué hacer en el Amadeus Garden. En cambio yo permanezco sentada esperando por alguien que tiene el valor de mentirme descaradamente. Conozco a Dylan, sé perfectamente como es el tema cada vez que se “retrasa”: él está con ella, con su supuesta amiga de la infancia de la que nunca antes he oído hablar.

Debería enojarme por eso, sentirme dolida y exigirle a Dylan explicaciones. Pero sinceramente no podría importarme menos, ya he pasado mi momento de lágrimas y ahora sólo quiero romper la relación que tengo con él. Creo que eso es lo que más me molesta, tener que esperarlo para terminar con él.

Bufo mientras busco algo con qué entretenerme en mi celular, veo la lista de libros en formato PDF que tengo para leer pensando en lo lindo que sería poder vivir dentro de alguna de esas historias, aunque me conformo con poco: con tal de poder tener dinero para comprar los libros de verdad con sus cientos de hojas de papel estaría más que satisfecha.

Río por lo bajo ante aquello y alzo la vista, tratando de ver si Dylan daría su aparición al fin. Y entonces lo veo, mi celular cae al suelo y me quedo helada de la sorpresa.

“No puede ser, tú no puedes estar aquí, no es posible”

Su cabello es pelirrojo, es corto y rebelde, fiel a su personalidad. Su sonrisa divertida y traviesa está presente en su rostro y me pregunto si fue la misma que tuvo cuando…pasó eso. Prefiero alejar esos pensamientos de mi mente y me concentro en él, en su modo de caminar seguro, en ese aproximadamente metro setenta y cinco y en sus manos puestas dentro de los bolsillos de sus vaqueros gastados. Durante unos breves segundos nuestras miradas se encuentran y no puedo evitar dar un respingo al ver el reconocimiento en esos ocelos zafiros. Es idéntico a cómo me lo he imaginado y eso no podía ser posible. Su sonrisa se ensancha y entiendo el mensaje en su expresión: “Sígueme”. No lo dudo ni por un segundo, me levanto y camino hacia él, siguiéndolo con pasos torpes a unos tres metros de distancia entre ambos.

Me guía hacia una zona desértica del parque donde hay un pequeño kiosque. Las columnas de piedra sostienen un techo circular, también del mismo material. Hay una banca en el medio pero yo me mantengo parada, sin saber demasiado bien qué hacer, mis ojos están fijos en sus ocelos azules y siento que mi corazón da un salto cuando él me dirige una sonrisa, con su respectivo hoyuelo en su mejilla izquierda. En ningún momento hay un atisbo de duda en su expresión, como si siempre supiera qué decir.

– Hola – su sonrisa se mantiene y me mira de forma inocente pero divertida, como un niño que ha hecho una travesura.
Yo no lo soporto más, el impacto de verlo es demasiado intenso para mí como para mantenerme tranquila.
– Hola… ¿eso es lo único que dices? – mis manos se posan en mis caderas – ¡Por Dios, puedes decir algo mejor que eso! ¿Cómo es qué estás aquí? ¡Estás muerto!
Él se ríe de forma algo exagerada, entretenido con mis reacciones.
– Técnicamente si no existo no puedo morir – jugó con los pliegues de montgomery –. Por lo que teóricamente no he muerto, aunque ni siquiera soy real.
Para mí si eres real – enfaticé la última palabra, poniendo una mano sobre mi pecho –. Te he amado durante once años y aún lo sigo haciendo. ¡Estuve toda una noche llorando por tu muerte! ¡¿Acaso vas a decirme que mis lágrimas no eran reales?!
Sus ojos se abren de par en par sorprendidos, al menos durante unos segundos pienso que él no sabe qué decir pero entonces me sonríe, ese carismático gesto que me hace pensar que todo va a estar bien aún cuando el cielo se despedace en cientos de fragmentos sobre nuestras cabezas o el mundo haya cedido finalmente y no seamos más que polvo.
– Lo era y lo va a seguir siendo siempre – me acaricia la cabeza despeinando mis cabellos –. Mientras siga provocando eso en ti, mientras sigas creyendo que yo soy real entonces mi existencia va a tener un sentido – su risa suena cantarina y agradable, tan perfecta como la había imaginado cientos de veces –. Estoy vivo por ti.
– Y por las millones de personas que creen en ti.
– Gracias.
Él me besa la mejilla y sé al instante que esa va a ser nuestra despedida. Mis ojos se cristalizan y esbozo una sonrisa en mi rostro, no importa lo que los demás piensen de mí, ahora sólo somos él y yo.
– Vas a irte, ¿verdad?
Él asiente y las lágrimas fluyen por mis mejillas descontroladas.  Él me las limpia con la punta de sus dedos con dulzura y siento que no puedo dejarlo ir jamás. ¿Qué va a ser de mí cuando ya no esté?
– Cada vez que me necesites sólo tienes que llamarme y voy a estar a tu lado.
– ¿Y dónde voy a encontrarte?
– Donde me has encontrado siempre – me pica la frente y ríe de nuevo, sin poder evitarlo imito su gesto –. Estoy a un libro de distancia.
– Adiós, Fred – lo abrazo por unos segundos y luego lo dejo ir, lo despido con mi mano mucho más animada.
¡Nos volveremos a ver pronto! – me grita a lo lejos.


Y sé que puedo creerle.



viernes, 18 de octubre de 2013

Ella.

Vaya, no creí jamás que volvería a hablar acerca de "Ella". ¿Qué no sabes quién es? No me sorprende, siempre me ha parecido irónico como ella puede ser tan conocida y a la vez pasar desapercibida por todos. Es algo único que no había visto antes en toda mi vida y es que jamás encontrarás a una persona como la que aquí describo.


Me gusta llamarla Elena y creo que a ella también le agradaba. Es un nombre que le queda bien ya que ella es una mujer despampanante, ningún hombre ni tampoco mujer se puede resistir una vez que Elena le ha puesto el ojo encima. Sí, estoy segura que ahora te lo estás preguntando así que te responderé: Elena es bisexual, ama a hombres y a mujeres por igual, sin tener ninguna predisposición por un género. Es más, algunas veces he quedado con ella, largas horas de alcohol y pastillas, de toqueteo y desenfreno. Parecía un sube y baja, un ida y vuelta donde jamás pudimos concretar.

Sinceramente no sabría decirte si la pasé bien o mal, a veces en mis noches más oscuras la recuerdo deseando haber tenido algo más allá que un simple vaivén. Pero lo importante ahora no es hablar de mi relación con Elena, sino de la de ella con Franco.

¿Quién es Franco? Él es mi ex-novio, quien me dejó por medio de una carta para irse con ella. No lo culpo, yo también en mi momento lo pensé, mas jamás tuve la valentía de dejarlo. ¿Cómo no irse con Elena? Después de que Franco estuvo con ella traté de acercarme y tuvimos algunos roces pero ya había perdido el interés en mí. 

No quiero desviarme demasiado de la historia por lo que volveré con Elena y Franco. Se conocieron en el hospital, sí. Un lugar peculiar de encuentro, ¿verdad? Pero una vez que conocías a Elena sabías que tenía sentido verla allí. Le hicieron una operación sencilla a Franco, nada de lo que tuviera que preocuparse demasiado aunque estuvo unos días internado. Era inevitable que mi ex-novio no se quedara embobado con Elena ni bien la vio, ¿quién no lo haría? Déjenme decirlo: ella es hermosa. Tiene algo que físicamente atrae a cualquiera aunque no sabría especificar qué. Personalmente a mi lo que más me gustaba (y me sigue gustando) eran sus ojos: negros como el abismo, era verlos y perderte en las tinieblas, incapaz de verte a ti mismo. Tenían un brillo peculiar que te llevaba a un tiempo remoto, era una mirada antigua y llena de experiencia, como si hubiera visto mil lunas. Franco en cambio me decía que amaba sus palabras, no su voz que de todas formas era suave y agradable a la escucha, sino esa habilidad innata de Elena de siempre saber qué decir. Ella había sido bendecida con el don de la palabra, su labia era terrible y poderosa, capaz de manipular hasta al más fuerte de los hombres.

Según palabras de Franco, ni bien la vio supo que ella era algo más que el resto. Yo no podía competir con ella, nadie era capaz de hacerlo. En serio, tengo que resaltar que Elena es una figura imponente y única que da un giro de 180º a tu vida si tienes la dicha (o desdicha, aún no sé como definirla) de conocerla.

Elena es todo rebeldía, todo extremo. La droga es el medio para comunicarte con ella, a la segunda calada ves todo más claro, el mundo gira a tus pies mientras vuelas en el aire y ella está ahí, firme y dirigiéndote la sonrisa más hermosa del mundo. Su dulce voz te cantaba lo que querías oír, canturreaba una nana a la vez que te mecía en sus brazos. Y te perdías en ella, te maravillabas en esa sensación de que todo iba a estar bien. 

Lo peor era el despertar, te veías de nuevo en la cruda realidad carente de color y un solo pensamiento ocupaba tu contrariada mente: Elena ya no está. Ella se desvanecía como el humo dejándote sólo un doloroso recuerdo. 

A diferencia mía, Franco no sabía como manejar su partida. La amaba demasiado y sufría al despertar sin tenerla a su lado. Si me preguntan, creo que Elena fue la persona más amada por mi ex-novio: jamás le vi sonreír tanto como lo hacía frente a ella. 

Él no quería dejarla y sé que lo perdí incluso antes de recibir esta carta que ahora tengo en mis manos. Franco prefirió aislarse del mundo real y oscuro, prefirió vivir la mayor parte del tiempo en brazos de Elena, tarareando como himno su dulce melodía. ¿Quién puede culparlo? No soy quien para juzgarlo, yo también pensé como mi amado algunas veces.

Y entonces un fresco veinticuatro de Abril encontré su carta. ¿Eh? ¿Qué pasó después con ellos dos? ¿Acaso me has prestado atención? ¡Él me dejó! ¡A mí y a todos! Espero que esté bien a donde sea que haya ido, sinceramente me gustaría saberlo.


Es una lástima que los muertos no puedan escribir.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Nada ~

A lo largo de una vida, todos tienen días buenos en los que sonríe y aprecian los colores brillantes a su alrededor u otros malos, en los cuales sienten que es mejor quedarse dormidos en sus respectivas camas y dejar que simplemente pasen.

A grandes rasgos podríamos dividir los días en coloridos y grises. Pero existen otros, días típicos en los que uno no puede quejarse pero tampoco alegrarse, momentos que pasarán al olvido de nuestra vasta experiencia y son meramente rutinas. Dentro de este grupo existe una subcategoría, lo que yo llamo los "días nada".

Nada. Una palabra que abarca mucho y a la vez ni siquiera llega a describir algo. Por definición sería la ausencia o inexistencia de un objeto. Existen días en los que los sentimientos parecen abandonarme, no hay felicidad ni tampoco tristeza, no tengo preocupaciones, todo transcurre con tanta monotonía que pierde su color. Avanzo en modo automático, caminando entre la gente aún siendo totalmente ajena a ella, incapaz de poder pensar en algo que me desconcierte o me anime a seguir. 

Es extraño, parece como si estuviera dentro de una caja de cristal: puedo observar lo que hay a mi alrededor pero no sentirlo, estoy encerrada en cuatro paredes diminutas que aíslan toda emoción. 

No sé si será ser rara o qué, pero de vez en cuando tengo mis días nada. Me levanto ya sin sentir y hago mi rutina de forma robotizada, sin esperar algo con ansias, tan simple como un lienzo en blanco. Es irónico pero hasta el famoso Wilson parece más humano que yo con su falso rostro producto del aislamiento: su sonrisa es incluso más sincera que la mía durante esos días.

Y a veces, cuando el día termina y vuelvo a la vida, me imagino lo escalofriante que sería vivir así durante toda la eternidad. ¿Cómo podría vivir sin sentir? Ambos conceptos jamás podrían estar unidos. 

Debería decir que odio esos momentos. Probablemente si pudiera sentir lo haría, pero entonces ya dejarían de ser días nada y mi queja ya no tendría sentido.



domingo, 25 de agosto de 2013

Carrusel ~


Esta vez camina a su encuentro decidida a terminar con este juego que le duele. Ya está cansada de dar vueltas en círculos una y otra vez con la música de falsas promesas de amor de fondo. Quiere bajarse del caballo y rendirse, dejar de luchar contra algo que es inevitable y que los daña a ambos, aunque quizás un poco más a ella que a él.

Finalmente, todos los llantos que tuvo durante meses la llevaron a donde está ahora, caminando hacia la plaza donde él la esperaría sentado en un banco.

Su corazón late a mil por hora mientras se repite mentalmente lo que tiene que decir, el estómago y el pecho le duelen y sus manos sudan por los nervios. 

Pero lo iba a hacer, ya no había marcha atrás, no iba a retirarse ahora a medio camino.

Los motivos eran increíblemente simples, no había una gran trama de trasfondo, no existía un tercero ni tampoco una familia que se oponía, en otras palabras era una relación totalmente aceptada, quizás si su amor fuera prohibido el masoquismo y la rebeldía subyacente en el ser humano los impulsaría a seguir pero ese no era su caso. Simplemente ellos ya no congeniaban, la relación se había desgastado y los hermosos meses de verano se desvanecieron con la última hoja verde de los árboles para convertirse en algo tan gélido como el frío del invierno.

Después de innumerables llantos ahogados en la almohada, ella llegó a la dolorosa conclusión de que no eran el uno para el otro y que su amor no era suficiente para sostener tan frágil relación.

Y ahora camina hacia él tratando de mantener en vano la calma, sus pasos son torpes mientras se va acercando a las últimas vueltas del carrusel. 

Y él alza la vista, con el Sol dándole de lleno en sus rebeldes cabellos castaños. Le sonríe y se le marca un hoyuelo en su mejilla derecha. Las fuerzas de ella comienzan a flaquear, la música de fondo suena con más intensidad recordándole que su amor va a poder superar cualquier adversidad y que van a envejecer juntos. 

Y entonces las dudas inundan su cuerpo de nuevo, se siente nerviosa, sus rodillas flaquean y sabe que va a perder en el momento en el que él le diga "Hola amor, te extrañé"

Por alguna razón lo ve más hermoso que ayer, que antes de ayer y que la primera vez que lo conoció. Y en cuanto une sus labios el mundo solo le resulta atractivo si él está su lado; cree fervientemente en sus promesas, está segura que ese beso vale todas las lágrimas derramadas.

Esta es la quinta vez consecutiva que se arrepiente cuando está a punto de terminar con él. Pero no se molesta, ella está segura de que va a ser la última vez que trate de hacerlo.


Y el carrusel sigue moviéndose: ambos continúan montados sobre sus caballos aferrándose a la música del juntos por siempre y dando vueltas en ese ciclo infinito.




viernes, 23 de agosto de 2013

Books ~



Al lector se le llenaron de pronto los ojos de lágrimas, y una voz cariñosa le susurró al oído: 
-¿Por qué lloras, si todo en ese libro es de mentira?
 Y él respondió: 
-Lo sé; pero todo lo que yo siento es de verdad


lunes, 12 de agosto de 2013

Yo escritor.


Como todos los viernes, voy religiosamente a la cafetería "El Juramento" situada en la intersección de dos calles que nunca recuerdo sus nombres. Es un lugar pequeño pero acogedor, siempre recibiéndome con un intenso aroma a café, cigarrillos y el sonido de las hojas del diario al pasarse.

Viernes, 6:00 pm. Me siento en mi mesa de siempre, al lado de los grandes ventanales que me dan una buena vista del cruce de ambas calles sin nombre.  Desde allí puedo ver la incontable cantidad de personas que transitan a diario ignorando al espectador silencioso que presta su atención en ellas.

Dejo el bolso con los libros de la facultad y juego con una lapicera que siempre tengo a mano. El chico del café se acerca a mi, hoy se lo ve más cansado de lo normal, probablemente por una mala noche de sueño. Lo hace por obligación pero estoy segura que sabe perfectamente que voy a pedir un latte y dos medialunas. 

Cuando se va miro por la ventana. El día está nublado y ventoso y hay alerta de una fuerte tormenta a la noche. En los días con ambiente tan hostil como hoy los ancianos se refugian en sus casas al igual que las familias. Ahora en las calles solo caminan las personas que internamente ansían llegar a sus casas, los que envidian a quién descansa porque a diferencia de ellos no están en la obligación de salir por el trabajo o el estudio.

Un hombre de traje y corbata camina a pasos apresurados hablando por Nextel, lleva un maletín así que de seguro hace unos pocos minutos salió de la oficina. Por unos cortos segundos me gustaría estar a su lado y escuchar su conversación pero después me doy cuenta que si lo hiciera, de todas formas no lo entendería: jamás pude decodificar los misteriosos mensajes que suenan de los parlantes del Nextel.

Pronto me olvido de él porque se va lejos, se pierde entre el resto de la multitud. Es increíble lo rápido que las personas entran y salen de nuestra vida. En unas horas me olvidaré de él y quizás su rostro solo aparezca como un extra en algunos de mis sueños. En cuestión de segundos, sin siquiera saberlo él entró y se fue, como todas las personas que observo ahora. 

Entonces me percato de una chica con paraguas rojo parada en la esquina. Me di cuenta de ella porque lo abrió ni bien comenzó a lloviznar. También mira a las personas como si esperara encontrar a alguien especial. ¿A quién? Quizás espere a que el chico del café termine con su horario, puede que sean parejas y han pasado un tiempo sin verse. Él tiene ojeras, puede que ayer hayan discutido y ella quiera enmendar la situación.

O quizás él es el elegido para una importante misión, el hijo de una nueva raza mitológica que todos desean y él ni siquiera sepa de su verdadera naturaleza. Ella sería la encargada de buscarlo y llevarlo a su lugar antes de que el malo lo hiciera. Pero entonces, antes de que él incluso pudiera terminar su jornada de trabajo, el suelo se resquebrajaría como si se tratase de un terremoto, la gente chillaría desconcertada mientras numerosos monstruos amorfos y terribles saldrían a la superficie. 

Los veo perfectamente, sus dientes son filosos y sus ojos saltones, algunos tienen cuatro y otros seis patas. Se desplazan como si se trataran de arañas, moviendo cada extremidad de forma errática y ágil. Algunos, los más parecidos a lagartos, tienen lengua bífida y cola larga llena de escamas mientras que otros están a carne viva creando un recorrido carmesí con su andar.

La chica saca de entre sus ropas dos dagas y corre hacia la cafetería, éstas emiten una luz azulada que espanta a los monstruos que se le acercan pero algunos ya andan escalando el lugar. Uno de ellos se desplaza por los ventanales y posa sus ojos naranja de pupilas afiladas sobre mí. 

Escucho una voz lejana y finalmente espabilo. El chico del café me llama por tercera vez consecutiva, frunciendo el ceño mientras deja mi pedido sobre la mesa. 

<< (Pelotuda) ¿Quiere algo más? >> 

Niego con la cabeza y esbozo una sonrisa tímida a modo de disculpa, un gesto que ya está arraigado en mí por todas las veces que me he perdido en mis pensamientos mientras alguien me hablaba.  

Ese es mi yo escritor y me encanta que salga, que dance por los ríos de la imaginación, que vea a las personas e imagine cualquier historia. Así se expresa en mí pero todos lo tenemos, desde los grandes escritores, hasta los que narramos por mera afición e incluso está en aquellos quienes ni siquiera saben la diferencia entre ay, hay y ahí. Nuestro yo escritor aparece cuando pensamos en un futuro con alguien, cuando nos imaginamos trabajando de lo que queremos o soñamos en recorrer el mundo; está cuando imaginamos qué será de la vida de esa persona o cuando, como yo, mezclamos la ficción con la realidad. 

Todos lo tenemos, nos muestra nuestros sueños, deja fluir hasta las más locas de nuestras ideas, nos remonta al pasado y nos hace pensar sobre el futuro. En cierto modo, el que nos hace sentir libres y nos aleja de la realidad asfixiante por minutos, ese,  es nuestro yo escritor.

lunes, 27 de mayo de 2013

Headstrong ~



¿Alguna vez te has sentido inútil? 

Te esfuerzas y te esfuerzas y nunca llegas a la meta. La voluntad existe pero parece no ser lo suficiente, te quedas a la mitad, viendo como tu cuerpo se cansa y tus rodillas flaquean mientras la meta aún se ve distante, un punto lejano que brilla burlándose de ti. 
Ella exhibe todos sus colores de forma preciosa, un arco iris que muestra la algarabía en cada una de sus tonalidades. Y tú, siendo una mera mancha gris, un simple recorte oscuro sobre la superficie lisa de tu vida, tratas de llegar a ella, tocarla con tus dedos y sentir como los colores se fundan en tu piel

Quieres ser ese ángel multicolor que brilla con esplendor, envolverte en la alegría y la satisfacción de saber que todo valió la pena. 

¿Y si nunca llegas?

Esa pregunta te carcome dentro tuyo, esas cuatro palabras que expresan el miedo que sientes al fracaso. ¿Quieres qué te cuente un secreto? Si no te esfuerzas y lo intentas nunca podrás alcanzar. Y es verdad que quizás todo salga mal, pero en la vida no hay zona segura, o saltas al tren y avanzas o éste te deja atrás. Personalmente yo quiero arriesgarme, no importa que las rodillas sangre, que el miedo me envuelva, yo voy a saltar. ¿Cuáles serán las consecuencias? Las averiguaré en su momento, pero prefiero vivirlas que quedarme con la duda constante del qué será. 

Supongo que eso es perseverancia. O también masoquismo. ¿Acaso importa ya?

Sólo sé que no me rendiré.



viernes, 26 de abril de 2013

If today was your last day.



Mi mejor amigo me dio el mejor consejo:
"Cada día es un regalo y no un derecho"
Si hoy fuera tu último día,
y mañana fuera demasiado tarde,
¿podrías decirle adiós al ayer?




miércoles, 24 de abril de 2013

Walking a Dream




Pellízquenme
¿esto es real?
Este sentimiento de liberación,
estoy flotando en tu cielo
en las esquinas de mis sueños.

Probando la vida,
adormecida de nuevo,
cierro los ojos
y esto comienza...

No puedo tropezar aquí,
estoy a salvo dentro de mi cabeza
cuando despierte olvidaré 
y volveré a mi desorden.

No me iré, 
me quedaré dormida
deslizándome en mi éxtasis.

No me iré,
me quedaré dormida
deslizándome en mi éxtasis.

Oculta dentro de la seguridad de mi mente.

martes, 23 de abril de 2013

Sonrisa de Cristal.





Frágil mariposa, hoy haremos un pequeño juego. ¿Aceptas? 

Vamos, que será divertido y te hará sentir mejor, confía en mí, en esta persona que te conoce mejor que nadie. Tan sólo escúchame atentamente y haz lo que diga, ¿sí? Es sencillo, ya lo verás.

Primero que nada, quiero que te observes al espejo unos segundos. Vamos, avanza unos pasos y alza el mentón, observa tu reflejo en aquel rajado trozo de cristal.

¿Ves la realidad?

Anímate, llora cuánto quieras pues aquí nadie va a juzgarte. Muestra tu verdadero ser, aquella alma dañada y triste, cansada de todo la asfixiante rutina de la cual es prisionera. Tus alas han perdido los brillantes colores que la caracterizaban y ahora parecen marchitas, cansadas de tantas caídas bruscas al suelo. ¿No sería más fácil rendirse y ya? La idea es tentadora, lo sé, pero tanto tú como yo sabemos que esa no es una opción.

Vamos, grita si eso es lo que quieres. Hoy podrás ser todo lo egoísta que desees, yo quien no soy nadie te lo permito. 

Se siente mejor, ¿verdad?

Continuemos con el juego, lo estás haciendo bien, tranquila que ya pronto termina. Límpiate el maquillaje que oculta tu verdad, esa fina careta no coincide con la suave e imperfecta piel debajo. Haz todas tus peores caras, muestra a ese reflejo la frágil persona que se oculta bajo el manto de una gélida sonrisa de cristal.

Deja fluir tus emociones, siéntete débil finalmente y no te molestes en aparentar la fuerza que no tienes. Sé que piensas que está mal y comprendo perfectamente que te resistas, pero vamos, sigue el juego o pronto tu misma sucumbirás en aquella cárcel dónde te has metido sola.

Aquí, entre nosotras, no hay mentira alguna. Buscas consuelo, alguien que te abrace y te diga que todo va a estar bien, que te ofrezca un hombro en el cual llorar y una sonrisa que te brinde calidez a tu marchita alma. ¿Qué más quieres? ¡Claro! Alguien que te escuche, que permita que te descargues todo lo que quieras y te de los consejos que tanto necesitas.

Estás rodeada de personas pero te sientes sola, una más del montón que se coloca su máscara y trata de soportar el cruel día a día. Tú, la que nunca está sin alguien a su lado, te sientes completamente sola. ¿Irónico verdad?

Las demás personas que te rodean son sólo otras mariposas que vuelan en esa bóveda infinita y traviesa llamada vida. En esa cruel cámara de tortura de la cual sólo saldremos muertos. Están allí, a tu lado y las conoces, las aconsejas y soportas sobre tu espalda el peso de sus miserias. ¡Qué crueles que son! ¡Compartiendo un dolor que no te corresponde! Y tú…¿qué haces? 

Siempre es lo mismo. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir con esto? Constantemente respondes que estás bien, que no pasa nada dentro de tu miserable alma, sonríes para demostrarle al mundo que no debe preocuparse por ti, que todo está bien y eres feliz. 


¿No te cansas de mentir?

Todo tu ser exterior es una vil mentira. Eres una reina de cristal, con esas gélidas sonrisas y falsa mirada apacible. Vives dentro de tu castillo transparente, donde la luz golpea en el mismo y se refracciona mostrando una gran variedad de colores, un arco iris de numerosas realidades que no encajan con tu verdad, ese vil y aterrador personaje.

¿Pero sabes qué dicen del cristal? Que es sumamente frágil y que en algún momento se volverá añicos. 

En algún momento no soportarás más, tus rodillas flaquearán y caerás al suelo de nuevo. En ese momento en el que no puedas incorporarte de nuevo y las lágrimas saladas se agolpen en tus ojos, tu castillo se derrumbará convirtiéndose en trozos de vidrio punzantes que dejarán inolvidables cicatrices en tu piel.

¿Ahora entiendes el motivo del juego?

Vamos, rompe esa asesina sonrisa de cristal de una vez y cuenta en verdad lo que sientes. Aquí no hay nadie, sólo este triste reflejo que servirá de consuelo. Ya no des más rodeos, llora y sufre frente al espejo, tu único compañero que te escuchará.

Descárgate por más que el dolor fluya entre la sal de tus lágrimas. Porque por más ilógico que suene, esto es lo único que salvará tu alma. 

Ya este juego se ha acabado, lo has hecho bien frágil mariposa.

Dime, ¿te sientes mejor?

No, no es necesario que respondas, nadie dijo que este juego te iba a traer felicidad.


Ahora que has terminado, deberé irme, porque yo soy alguien que no es eterno y tengo que partir ya.


¡Ah! ¡Casi me olvidaba! No puedo despedirme sin decirte esto último:


Game Over.