lunes, 5 de enero de 2015

Remembranza.

En este desolado lugar al que acudo para escribir las historias que me surgen en el momento cuando me nace hacerlo, no tengo días claves, horarios o compromisos: soy totalmente libre en el cuándo y también en el qué.
Es por eso que me uniré al numeroso grupo de los que han rememorado todos los momentos relevantes de su 2014 y con balanza en mano lo midieron, juzgando si fue o no un buen año. No sé porqué lo escribo, más aún cuando en este rincón jamás hablo directamente sobre mí. Supongo que quiero plasmarlo físicamente, darme la posibilidad para que unos años después pueda leerlo, viendo qué tanto ha cambiado mi vida, si es que lo hace. Probablemente lo haga.

¿Qué puedo decir de este 2014? 

Si tuviera que describir este año, imaginaría una larga carretera que bordea pacíficas costas e intrincados bosques, desolados desiertos y peligrosas montañas. En este extenso recorrido de 365 días, descubrí paisajes tan exóticos para mí - y mundanos para otros - que me cautivaron y deslumbraron con su belleza, que me permitieron saber que cada lágrima derramada valió la pena. 
Navegué en las profundidades misteriosas del océano y dejé que mi cuerpo flotara a la deriva, guiada por el curso del mar a tierras nunca antes vistas por mis ojos. Me perdí en su extraña fauna y no pude encontrar una salida. He volado por los cielos, magnánimos y perfectos, su suave brisa acunándome en dulces brazos que luego me han dejado caer. Y entonces me hundo, me ahogo esperando de nuevo alzar vuelo como un ave, sentirme libre y poderosa pensando que puedo atravesar las montañas con sus afilados picos. He recorrido desiertos y encontrado oasis, descansé sobre suaves praderas y me sentí plena, llena de dicha y paz. Aun lo hago. 
Acostumbrada a la estabilidad, fue difícil enfrentarme y adaptarme a las variadas situaciones que se presentaban inesperadamente frente a mí. Cometí errores. Muchos. Y fueron éstos la brújula que me guiaron a donde estoy ahora. No tiene sentido  arrepentirse de los  errores, sino aceptarlos y tomar lo mejor que encuentres de ellos.
Yo lo hice. Aprendí de mis errores y he madurado por ello, pero sobre todo acepté que esa montaña rusa de emociones va a seguir subiendo y bajando, imparable, inevitable. 
Fue así como decidí seguir viajando, abrazar la incertidumbre de no saber qué va a pasar.
He vivido momentos únicos y hermosos. Y aún me quedan muchos otros por conocer.
¿Qué más puedo decir?
Este viaje lo hago acompañada. 

Voy a estar bien.




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